sábado, 7 de noviembre de 2009

Subir una montaña desde adentro

Hoy quiero contar un poco cual es el proceso mental de subir una montaña, qué es lo que me pasa por dentro desde que nace la idea hasta que vuelvo a casa. En unos días estamos por viajar con unos amigos al Tolosa, queremos intentar la pata larga del glaciar del hombre cojo (no tiene nombre, ja!).

La idea la propuso Nacho hace unos meses y a medida que se acercaba la fecha, los planetas se fueron alineando para que podamos ir. Que emoción! vamos a escalar muy linda una vía en hielo y altura. A medida que pasan los días voy visualizando distintos momentos de la expedición.

Me imagino caminando despacio para aclimatar hasta el campamento base, seguramente al otro día la altura me va a pasar factura por el esfuerzo, pero espero poder recuperarme bien luego de un día de descanso. Este año usé un nuevo método de entrenamiento, salir a correr con mi perro todos los fines de semana, así que veré como funciona.

Hay algunos tramos de la vía que me preocupan un poco, pero desde acá no se puede hacer nada. Hay que ir, evaluar y resolver en el momento. Espero que haya nieve suficiente para poder montar el glaciar y no tener que andar haciendo malabares sobre roca descompuesta. Como dice uno de mis compañeros: ojalá la entrada al glaciar no esté peluda!

Una vez montado el glaciar la vía trascurre por pendientes fáciles, ahi me veo disfrutando mucho de la escalada, avanzando despacio pero seguro sobre hielo y nieve dura.

Luego vienen 3 largos de hielo que por momentos se ponen verticales. La verdad que escalar 70 grados en hielo con mochila no es algo que haga todos los días. En este tramo clave de la escalada me veo avanzando con mucho cuidado y concentración, muy enfocado en los movimientos, con un poco de miedo al principio, pero tomando confianza a medida que me voy familiarizando con la verticalidad del hielo. Esos pocos minutos de escalada serán tan intensos que dejarán un recuerdo inborrable, recuerdos que me hacen volver una y otra vez a la montaña.

Con el correr de las horas, iremos ganando altura y se acercará la noche. Nos esperará un vivac a 5000 metros, en donde nos puede tocar una noche clara de cielo despejado y estrellas. O un frío de 25 bajo cero que no nos dejará dormir. Los vivacs también son momentos especiales, dormir a la intemperie también es una experiencia que me deja un gusto agradable en la memoria. Me imagino en un futuro cuando nos encontremos y digamos "Te acordás del vivac en el Tolosa, cómo nos cagamos de frío! Pero que bueno que estuvo".

Al otro día una caminata por el filo sin dificultad técnica, pero llevando el cansancio de los días anteriores, nos llevará a la cumbre. Luego el interminable descenso por el mismo camino, mucho cuidado en los rapeles y el placer del descanso de dormir nuevamente en la carpa. Ganamos una nueva experiencia y la posibilidad de vivir algo con una pasión tan grande como la montaña misma.

Luego en casa, la alegría de mi perro, abrir la canilla y que salga agua caliente, son cosas que no tienen precio.

saludos!

No hay comentarios: