Me levanto temprano tipo 7 para hacer las cosas con tiempo y tranquilidad. Aproveché para darme una ducha y estirar hasta el final los momentos de comodidad. No tenía que preocuparme por la mochila, ya que la noche anterior había dejado todo preparado. Desayuné en el hostel un café con leche con tostadas y jugo de naranja. Mientras desayunaba, repasaba mentalmente la lista de cosas que llevaba.
A las 9 me encontré con Luis, mi compañero y guía de la travesía y tomamos un remís hasta el río eléctrico. Empezamos a caminar bordeando el río. Mientras tanto fuimos hablando de cómo es la vida en el Chalten, equipos, escaladas (muy buenas) que hizo la gente local, etc.
Nuestra primer parada sería Piedra del Fraile, un camping comedor organizado donde tendríamos que pagar peaje, ya que pasaríamos por terrenos privados. Luis me contó que antes estaba el gaucho Sergio, un personaje de la Patagonia que cuidaba de la zona, típico gaucho de campo. Guarda del que se atrevía a pasar sin pagar. Si te pescaba en el intento, te iba a buscar con el caballo y te sacaba a rebencazos. Si en cambio, lo tratabas con respeto, nunca te negaba un mate. Dicen que si te agarraba él, tenías que sentirte afortunado, ya que era mucho peor si te agarraba la señora.
Después de 1 hora y media llegamos a Piedra del Fraile, donde Guillermo y su señora nos convidaron unos mates muy amablemente. También nos invitaron a comer nuestro almuerzo en su restaurante.
Luego de almorzar, seguimos caminando hacia La Playita. En el camino, nos sarandeó un poco el viento. Tuvimos que vadear el arroyo Polone, el agua estaba helada, a los pocos segundos de meter las patas ya te dolían. Finalmente llegamos a la playita después de 3 horas. Esa noche comimos polenta con sopa de zapallo, muy buena.
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