Dominar una técnica, ser expertos en algo, sin duda lleva tiempo, dedicación y no hay una única forma de conseguirlo. Cada maestro recorre su camino de manera distinta.
A veces, para moverse en entornos complejos, la mejor forma es hacerlo rápido y ligero. Pero cómo invertir esa ecuación intuitiva que nos dice que más restricciones, más complejidad implican más tiempo, más recursos, más todo? Cómo la transformamos en menos es más? Cómo podemos simplificar el problema?
Encontré este dibujo en un refugio de montaña. Es un muy buen ejemplo de lo anterior. Cuál de los dos va más rápido? Cuál se expone menos tiempo al riesgo, se mueve con mayor libertad y la vez disfruta más de lo que hace?
No se trata de simplemente dejar de lado nuestra forma de hacer las cosas y lanzarse a la aventura asumiendo un riesgo muy alto. Sino de dominar la técnica, volverse poco a poco un maestro en ese campo. Esto no desplaza a lo anterior. Las herramientas que ya tenemos son la base para construir el aprendizaje. Y cuantas más herramientas tengamos a nuestro alcance, mejor.
Moverse por escenarios agrestes, en cualquiera de sus formas, implica aprender a gestionar el riesgo. Veamos el camino que propone el Club Alpino Suizo para el alpinismo invernal.
Al principio, como principiantes, vamos a basar la mayor parte de las decisiones en reglas. Con el tiempo vamos a ir aprendiendo, aumentando nuestro conocimiento y nuestro margen de acción. Pero eso no nos hace expertos todavía.
Hace falta tomar un poco de distancia para poder reflexionar sobre nuestra actividad. Para realizar un proyecto complejo, como puede ser recorrer un glaciar con esquíes, necesitamos de opciones para elegir el itinerario más seguro. Y las opciones surgen de nuestra habilidad para descubrir las posibilidades que ofrece el entorno y nuestra propia capacidad. En esos casos, la distancia y la reflexión cobran un papel importantísimo.
Me gustaría repasar un poco este aspecto, el de la distancia. Es lo que nos permite alejarnos p/ver otras opciones y a la vez da lugar a la reflexión.
Cuando hicimos nuestro intento al Strahlhorn, no lo hicimos siguiendo el camino más directo. Antes de subir por la ladera más empinada y agrietada del glaciar, subimos un poco por la ladera de enfrente para verla mejor y elegir con más información el itinerario. Y cuando bajamos al otro día, en medio de una tormenta donde por momentos no te veías los esquíes, paramos en cada lugar que encontramos refugio para evaluar nuevamente el entorno, nuestra capacidad y elegir el itinerario, la técnica y el ritmo con el que bajar.
La distancia puede generar ese espacio que necesitamos para encontrar una posible solución a un problema complejo. Y es la que permite, además, recorrer ese camino que nos lleva a la maestría.
Esta forma de resolver los desafíos que propone la montaña, la aprendí andando con gente con mucha experiencia. Estando sin ellos muy probablemente no hubiese hecho ninguna de las cosas que hicieron para tomar distancia, seguramente la urgencia me hubiese nublado esa posibilidad.
Otra cosa que aprendí es que hacer lo que nos importa con maestros acelera el proceso de aprendizaje. Andando con ellos se aprenden cosas que jamás aprendería por mi cuenta.
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