El año pasado tuve la suerte de conocer a grandes personas, de esas que inspiran. Con algunas puede charlar, tomar un café, viajar o simplemente escucharlas y darles la mano. Gente que con solo contar su historia nos muestra que las ideas más locas son posibles. Que vale la pena, al menos una vez, probar que pasa si dejo de lado todo para que el corazón me lleve a donde quiere ir. Puede ser ir de Alaska a Buenos Aires en bici, fotografiar la Antártida, cruzar el océano remando o explorar alguno de los lugares más remotos del planeta.
Cada uno de ellos me aportó algo para hacer este pequeño viaje a los Alpes con esquíes. Quisiera contarles un poco de lo que aprendí con estas personas.
A Axel lo conocía de antes, pero el año pasado fuimos a correr algunas veces y en esos encuentros me contaba sobre su viaje de Alaska a Buenos Aires en 27 meses. Me dijo que es imposible planificar algo así. Si lo hacés lo más probable es que llegués a la conclusión que necesitás un montón de plata para hacerlo y termines quedándote en tu casa. Sin embargo, sabés cuantas veces pagó por un lugar para dormir? Menos de 10, increíble, no?
Cuando viajás, el lugar te abre nuevas posibilidades. En la ruta conocés gente a la que le interesa tu historia, te invita a su casa y de alguna manera quiere ayudarte en esta aventura. Algo que por ejemplo no me imaginaba era que vivir en una casa en los alpes me iba a costar lo mismo que vivir en Buenos Aires, o que si me subo al colectivo con esquíes viajo gratis. O que por vivir aca iba a poder sacar un pase de temporada para 32 centros de esquí.
Durante más de 20 años Sebastián Alvaro realizó documentales en los lugares más remotos del planeta. El año pasado vino a Argentina y dió una pequeña charla donde nos contó su historia alrededor del mundo. Estas emociones de las que habla son las que guían mi corazón. La experiencia de recorrer un paisaje salvaje es algo muy intenso, que se graba debajo de la piel.
A Stephan lo conocí gracias a mi amiga Ingrid. Tuve la suerte de tomar un café con él cuando estaba recién llegado de la Antártida, un lugar que lo atrae y conmueve profundamente. Me contó historias increíbles de la naturaleza y la soledad. Cuando le conté de mi viaje se alegró mucho y me felicitó por la idea.
Me dijo algo muy intesante. Si demostrás coraje y dedicación con lo que hacés, eso te abre muchas puertas. Y pude comprobar que es cierto. Después de la travesía en Strahlhorn, donde nos tocaron muy malas condiciones, varias personas se acercaron para ayudarme a ser un mejor alpinista. Uno me dijo, yo soy instructor de esquí, cuando quieras podemos ir esquiar. Un guía de montaña se ofreció a enseñarme algunos trucos para el terreno alpino. Otró me recomendó un amigo con el que puedo aprender mucho. Otros me dieron sus datos para hacer alguna travesía.
A Catherine la conocí en el Chalten por medio de un amigo. Con ella fuimos luego al Lanin en diciembre donde también nos tocó muy mal tiempo. Hace unos años participó de una aventura increíble, con 3 amigas cruzaron el Océano Altlántico remando!!!
Al principio cuando me lo dijo me pareció una locura. Pero gracias a las 20 horas de viaje en micro pude charlar con ella y me contó como fue que prepararon semejante viaje durante 1 año y medio. Ahí entendí que la idea más loca puede ser posible.
Al poco tiempo de conocer a esta gente, ya tenía mi pasaje y un montón de cosas por resover (qué hago con mi trabajo, itinerarios, cómo consigo compañeros, presupuesto, con quien dejo a mi perro, etc). Al final el último problema fue cómo meter todo esto en la mochila:
Lo mejor que puede pasar ahora es que dejes de leer esto para empezar a hacer lo que realmente te gusta. Ojalá pueda servir de inspiración a otras personas, sería una de las mejores cosas de este viaje.
2 comentarios:
buenisimo fer...como siempre estoy totalmente de acuerdo con vos y espero tu regreso para que nos cuentes mas sobre este viaje...
y.i.
Fer, te agradezco que compartas tus descubrimientos, que nos hagas parte de proceso y que nos alientes a salir nosotros también de las prisiones inventadas en nuestros pequeños cerebros. Un abrazo, Ingrid
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